Una noche más, nubes que avanzan, la luna quieta en su esplendor. Mientras teje deseos en el prado luces en el horizonte emergen para adornar el firmamento. Ahí está ella sentada, esperando el día a que su amado le diga cuanto la ama.

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Otro otoño más, una ausencia despiadada, rigor del destino, su alma aniquilada. Un leve roce del viento frio despierta sus emociones, también su meditación, Cae de espaldas en busca de aquella primavera, cuando solía lucir claveles en los ojos mientras caminaba por senderos de la mano de su hombre despiadado.

 

Luego de un instante ante la prolongada realidad, se da cuenta que aquel hombre jamás le amara. Continúa en silencio tejiendo deseos y esta vez sueños en el prado.